La historia de las vacunas no está exenta de mitos y hasta de ideas conspirativas. Muchos las asocian con el dolor de un pinchazo de aguja y en algunos países hay grupos que se oponen a su uso. Lo cierto es que han salvado millones de vidas. Gracias a una vacuna, la viruela fue eliminada del
mundo y la polio desapareció del continente americano en 1977.
Entre el 22 y el 24 de febrero próximo, Panamá será sede de la Conferencia Internacional sobre los últimos avances en Biomedicina y Ciencias interdisciplinarias, en la cual participarán científicos de Estados Unidos, el Reino Unido y Panamá, además del Dr. Robert Huber, premio Nobel de
Química.
Debido a su rol en la prevención de enfermedades, se dedicará una sesión
especial a las vacunas. El Dr. Moncef Slaoui, quien lideró la plataforma de desarrollo de vacunas recombinantes como la de hepatitis B de la farmacéutica GlaxoSmith- Kline (GSK), y que luego se hizo cargo del desarrollo de fármacos de la compañía, expondrá sobre la creación de vacunas contra la malaria y el ébola.
INVESTIGACIONES LOCALES
En Panamá, GSK tiene oficinas en la Ciudad del Saber, donde opera como
centro de coordinación e investigación clínica de vacunas. Desde 2005 tiene una colaboración con el Instituto de Investigaciones y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat) para hacer estudios clínicos. En Panamá se han
estudiado vacunas como la del rotavirus (principal causa viral de infecciones en menores de un año y que es el que más suele causar diarreas en esa población).
También se trabajó en demostrar que la vacuna contra el neumococo es capaz
de prevenir la neumonía y la otitis media en los niños.
“Hoy, el 80% de los países de América Latina, incluyendo Panamá, cuenta con
vacunación contra rotavirus”, menciona la Dra. María Mercedes Castrejón-Alba, encargada del área médica para Centroamérica, Caribe y países andinos de la división de vacunas de GSK.
“Hemos trabajado en otras vacunas, como la de VPH, para la prevención de los virus de papiloma humano 16 y 18 y otros asociados, que son la primera causa de cáncer cervicouterino en las mujeres, y colaboramos en estudios de una vacuna contra influenza”.
UN LARGO CAMINO
Una vacuna es una molécula compleja, usualmente biológica, que se prepara
usando un organismo patógeno que ha sido debilitado o inactivado para que no cause enfermedad, o purificándolo por medio de técnicas de biología
molecular o de ingeniería genética.
Cuando una persona es vacunada, se le expone a un patógeno –inactivado,
atenuado o purificado– para que en el futuro, si se enfrenta al organismo vivo
real, su sistema inmune genere una respuesta que la proteja. A diferencia de
un fármaco, que se usa para tratar o curar una enfermedad, una vacuna se usa
en individuos sanos, para prevenir.
El Dr. Ricardo Lleonart, investigador de Indicasat, aclara que el modo de
acción de una vacuna es diferente al de un antibiótico. A nivel molecular, los
antibióticos tienen un sitio de acción muy específico en el patógeno. Basta que
ese microorganismo cambie una pequeña cosa, como una proteína, para que esa bacteria pueda “escaparse” de la acción del antibiótico. En cambio, las vacunas usualmente despiertan una respuesta inmune en el cuerpo en la cual se ataca al agente causante de enfermedad por diferentes sitios, por lo que es muy difícil generar una resistencia, ya que el microorganismo tendría que cambiar todos esos sitios de acción por donde la vacuna lo ataca.
Dependiendo de la enfermedad y del tipo de virus que la cause, puede ser
necesario reformular una vacuna para incluir nuevas cepas. Por ejemplo, en la
influenza se evalúan los virus que están circulando, a través del seguimiento
epidemiológico. Pero no todas las vacunas deben ser reformuladas cada año.
Otro aspecto a considerar es la eficacia, que es el porcentaje que tiene la vacuna de prevenir la enfermedad. La Dra. Castrejón-Alba señala que muy pocas llegan al 100%, la mayoría es de 80% a 90%.
Si pese a haber sido vacunada, una persona contrae la enfermedad, será en una forma leve, con un brote menor o fiebre más baja, por ejemplo. Es importante que el médico oriente al familiar, porque después queda la idea de que una vacuna no es eficaz.
Desarrollar una vacuna conlleva una etapa preclínica, en la cual se prueba el
producto en un laboratorio y usando modelos animales; y una etapa clínica, que a su vez pasa por al menos 4 fases que pueden tomar de 10 a 15 años, explica el Dr. Eduardo Ortega-Barría, vicepresidente y director de investigación y desarrollo clínico y asuntos médicos de GSK Vacunas para Latinoamérica y el Caribe.
En algunos casos se requieren estudios más complejos. “Por ejemplo, malaria nos tomó 30 años. La inversión es muy grande, puede variar entre 500 millones y mil millones de dólares para licenciar una vacuna”, añade Ortega-Barría.
Glaxo Vacunas ha invertido en la parte operativa y en I+D aproximadamente 50 millones de dólares. Actualmente GSK tiene 16 vacunas en desarrollo.
Hoy en Panamá hay un 40% menos de hospitalizaciones por diarrea, gracias a los estudios de la vacuna de rotavirus en fase 2, 3 y 4 que se hicieron aquí, además de estudios epidemiológicos y de farmacoeconomía. También, gracias a la vacuna de hepatitis A en Panamá, hay 80% menos de esta enfermedad.
RETOS
Cada país tiene su esquema de inmunización y muchas vacunas son gratuitas. No obstante, persisten desafíos en la región. Para la Dra. Castrejón-Alba, el primero es dar a conocer a la población la importancia de la vacunación para prevenir enfermedades o sus secuelas.
También, que las vacunas no solo son para niños, las hay para adolescentes, adultos, tercera edad, trabajadores de la salud, embarazadas, militares y población en riesgo (cardiópatas, diabéticos, inmunodeprimidos, etc.).
Otros retos son: tener una base sólida de información después de que se introduce una vacuna en un programa ampliado de inmunización, y en lo económico, que la región pueda adquirir suficientes vacunas para proteger a una población mayor.
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