La riqueza de la biodiversidad que embellece los ecosistemas marinos y costeros de Costa Rica había capturado, inicialmente, toda la atención del científico de origen colombiano Jaime Fornaguera, quien desde los siete años se mudó a la nación tica y la convirtió en su hogar.
Tras obtener la licenciatura en biología y la maestría en fisiología en la Universidad de Costa Rica (UCR), la neurociencia se convirtió en su pasión.
Su nueva orientación científica la definió tras recibir un capítulo de una lección sobre el sistema nervioso que le impartió un profesor en una clase de su doctorado en ciencias naturales cursado en la Universidad de Düsseldorf, en Alemania.
A partir de allí, optó por hacer su especialización doctoral en neurofisiología.
Esto fue lo que lo motivó a interesarse por el sistema nervioso, “una de las últimas fronteras de las ciencias biológicas”, señala en entrevista a La Prensa.
“Fue algo totalmente fortuito. Como en Costa Rica hay tanto mar, yo pensaba
estudiar la biología marina, las ballenas, los corales; de hecho, aprendí a bucear y todo”, pero luego presenciar esa clase “fue suficiente. Fue rarísimo, pues me sacó de mi esquema”.
Desde entonces, Fornaguera se ha dedicado a hacer investigaciones basadas en las funciones cognitivas de niños sanos y también en la conducta de animales en el laboratorio, para profundizar en la comprensión de las enfermedades del sistema nervioso, y así “eventualmente aportar un granito de arena en la búsqueda de mejores tratamientos para esas enfermedades”,
comenta.
Esto lo realiza desde su alma mater, la UCR, específicamente en el Centro
de Investigación en Neurociencias, una iniciativa que dirige, y que se creó
en octubre de 2013 y que surgió a raíz del Programa de Investigación en Neurociencias, fundado en 1999. En la UCR también imparte la docencia.
Fornaguera fue uno de los expositores invitados a la Conferencia Internacional sobre los Últimos Avances en Biomedicina y Ciencias
Interdisciplinarias, evento en el que el pasado martes presentó la ponencia “La estimulación temprana en ratas y sus efectos en niveles de conducta, neuroquímicos y expresión genética”.
El científico, galardonado en 2003 con el premio “Investigador del año en el
área de salud” por la UCR al llevar las ciencias básicas a la salud, se sintió honrado por la invitación a participar como orador a este evento, y dijo que es un orgullo para él “saber que existe gente que a veces no conocemos que trabaja todos los días por cosas muy similares”.
Fornaguera exhortó a los jóvenes presentes en el acto a apostar por la carrera
científica y que “en nuestros países centroamericanos también se puede hacer
investigación de calidad sin necesariamente contar con todos los recursos”.
La ciencia detrás del cerebro y la conducta
Cuando se habla de salud mental, convergen una serie de factores, algunos propios y, otros ajenos a la persona, como lo son la crianza y el cuidado maternal, así como situaciones del entorno.
En este caso, son los ambientes familiares tempranos los mayores predictores de capacidades o habilidades tanto cognitivas como no cognitivas.
Pero, si esos ambientes son adversos, estos podrían ser “un factor de riesgo sumamente importante para padecer de desórdenes psiquiátricos como depresión, ansiedad, abuso, violencia, estrés post-traumático y déficit atencional”. Así lo expuso el neurofisiólogo colombiano-costarricense Jaime Fornaguera en la Conferencia Internacional sobre los Últimos Avances en Biomedicina y Ciencias Interdisciplinarias, ponencia en la que disertó sobre estudios que se han realizado en el Centro de Investigación en Neurociencias de la Universidad de Costa Rica (UCR), el cual dirige.
Su intervención se basó en una serie de estudios que el centro empezó en 2006 con miras a estudiar cómo los eventos o las condiciones en etapas tempranas pueden modificar algunos aspectos en la vida, en la neuroquímica
y en la genética de animales.
En su ponencia, el doctor Fornaguera señaló que los cambios tempranos que se producen en la vida, ya sea inducidos, como el cuidado maternal o aquellos que ocurren naturalmente, “pueden afectar nuestro organismo a diferentes
niveles, tanto el conductual como el neuroquímico y la expresión genética”.
En entrevista con La Prensa, el especialista brinda más detalles sobre los estudios del centro de la UCR, la importancia de los análisis con el modelo animal, así como los avances y desafíos que atraviesa el campo de la
neurociencia.
¿Qué líneas de investigación se estudian en el Centro de Investigación en Neurociencias?
Estamos trabajando en tres líneas de investigación bien definidas que son la neurogenética, la neurobiología y el desarrollo cognitivo, y en los últimos años hemos logrado que desde diferentes disciplinas converjan estudios de la importancia de los primeros años en humanos y días en animales para su futuro desarrollo.
Esto lo hemos abordado favoreciendo el enriquecimiento ambiental, estudiando el cuido materno y sus implicaciones en el comportamiento,
la neuroquímica y la neurogenética.
¿Cómo califica la importancia del trabajo con ratas como modelo animal para
profundizar en la conducta humana?
Sabemos, por cientos de estudios, que algunos sistemas de neurotransmisión
de la rata, por ejemplo, subyacen a ciertas conductas, como, por ejemplo, las
conductas apetitivas o de reforzamiento; estos mismos sistemas son los que “controlan” ese tipo de conductas en humanos. Además, usamos modelos animales que nos permiten alcanzar, a veces, validez aparente, predictiva e incluso validez de constructo [grado en que una prueba mide los significados
que esta da], conociendo las limitaciones que de todas maneras poseen.
Las similitudes entre ratas y humanos aparecen también en la expresión de algunos genes y en cuanto a los estímulos que la activan. En materia de neurociencia, ¿qué alcances destacaría que han permitido acercar a la comunidad científica a la frontera del cerebro?
Son tantos en estos 200 años, desde que Santiago Ramón y Cajal ganara el
Premio Nobel de Medicina en el temprano siglo XX. Pero quizás a grandes rasgos [destacaría el hecho de] conocer más de cerca el funcionamiento
de las neuronas y de sus conexiones, el que en 1997-1999 se descubriera
que las neuronas adultas también se reproducen (...) [así como] conocer más
sobre la neurogenética y la asociación con enfermedades y capacidades. Son
tantas las cosas que de seguro cometería omisiones importantes si deseara
ampliar aún más la lista.
¿Qué desafíos continúan siendo tareas pendientes para el abordaje de enfermedades neurológicas?
Este sí que es un tema sustancial, pues tanto el alzhéimer como el párkinson
se conocen hace muchísimos años desde el punto de vista sintomatológico y a
pesar de ello ni se pueden detener, ni se pueden curar. De estas dos enfermedades no se conoce aún la causa principal y por ello ha sido difícil lograr mejoras terapéuticas, y sobre todo ha sido imposible prevenirlas.
Esa es una tarea pendiente fundamental: buscar marcadores preclínicos, baratos y de fácil detección para tratar, en esos momentos, de detener este tipo de patologías que tanto afectan a los pacientes, a sus familiares y a la sociedad.
Es también una tarea casi imposible entender mejor la relación entre el funcionamiento del sistema nervioso y el pensamiento, las ideas, lo que nos hace diferentes.
¿Qué es lo que más le maravilla de estudiar el cerebro y el sistema nervioso?
Todo, desde la simpleza de su accionar basada en dos iones (el sodio y el potasio), que están por doquier, como su capacidad “infinita” de cambio ante eventos positivos o negativos. La impredictibilidad de las respuestas conductuales en muchos casos y la cantidad de conexiones que a pesar de parecer a simple vista desordenadas son las que nos mantienen y nos permiten responder de manera adecuada a cualquier tipo de estímulo. Es un privilegio trabajar con el sistema nervioso, con el cerebro, pero puede convertirse en frustrante si no dimensionamos de manera objetiva sus potencialidades y limitaciones.
Su magnificencia nos mantendrá trabajando y motivados por muchos años
más.
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